domingo, 9 de agosto de 2020

JOKER: UN MENSAJE DE REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD ACTUAL

Recogiendo el testigo de negrura de Christopher Nolan respecto al personaje de Joker y Batman en El Caballero Oscuro y llevando el universo de indecencia hasta una nueva dimensión, aún más política e infinitamente más social, Todd Phillips ha compuesto Joker, grandioso ejercicio de energía visual y sonora. Un categórico golpe contra el sistema que, debido a su complejidad más que a su ambigüedad, corre el peligro de malinterpretarse. 



Es la demencia del individuo como ejemplo de la locura social. Es la película más incómoda que he visto en mucho tiempo. Desagradable, cruel, perturbadora, tristísima. Y donde el despliegue físico de cuerpo, rostro y mirada de Joaquin Phoenix se convierte en un recital de puro genio.

Sin embargo, pese al activismo social y a la acusación contra el sistema de recortes del gobierno, de abandono de los más desfavorecidos, sería un error no ver que la película es una denuncia moral desde arriba hasta abajo, y que el Joker, finalmente, rebasando por la izquierda al antihéroe Travis Bickle, se convierte en un villano enfermo, alienado y enajenado. Y si alguien cree que los que mueren en la película merecían morir así por sus acciones, solo puede ser dos cosas: un peligroso radical de extrema derecha o izquierda; o un ignorante anarquista de sofá que nunca moverá un dedo si no es para la impostura de las redes sociales.




La podredumbre moral que lleva a Joker, un demente diagnosticado, a ser visto como un héroe habita también en la masa embriagada de furia. Los mismos que en una de las primeras secuencias dan una paliza simplemente porque sí al enfermo mental Arthur Fleck, antes de convertirse en el Joker, podrían ser los que lo adoran como mito en los últimos momentos. Es la conjura de la ira, desembocando en la irracionalidad de la masa. Es la complicación moral de una película formidable y retorcida.


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